Ayer, en una mesa redonda dedicada a debatir acerca del lugar de la sociología en la democracia, uno de los expositores, perteneciente a CEDOP, comentó que cerca del 50% de las personas que habían encuestado en ocasión de las últimas PASO no estaba interesada en la política. Además, al preguntar acerca del momento en que se había decidido el voto, el 20% contestaba que había sido en los momentos previos a entrar al cuarto oscuro. Y al indagar sobre tal decisión, se topaban con una respuesta difícilmente rebatible: "Tal candidato me gusta". Sin ahondar en motivos, en propuestas partidarias, en un pensamiento a largo plazo acerca del quehacer político cotidiano. Finalmente, terminaba su exposición alarmado acerca de la escasa efectividad de los millones gastados en las campañas.
No creo, en particular, que esos millones hayan sido desperdiciados. Si una quinta parte de la población votante elige sólo por la publicidad, y si a la mitad de los electores realmente "no le interesa la política", en lo personal me parece que ha sido un éxito de marketing.
La pregunta esencial es, ¿por qué "la política" no interesa? ¿Cuál es la imagen que estos sectores desinteresados tienen de lo que es esa palabrita que se ha vuelto difusa tras años de imposición de un pensamiento neoliberal, de un discurso en el que "los grandes relatos" ya no tienen lugar, donde la noción de política asociada a sucio, corrupción, mentira ha ganado el imaginario social? ¿Cómo es que los continuos pedidos de seguridad, de control de precios, de justicia no se asocian a la política?
Una puede caminar por esta ciudad y escuchar fragmentos de conversaciones. Sentarse en un bar y, disimuladamente, encerrarse en un libro que no va a leer y poner los oídos al servicio de las voces de las otras mesas. Se va a encontrar con que el discurso de sus conciudadanos está plagado de política. Entre discusiones acerca de la última novia de Tinelli o el último escándalo de Jelinek, seguramente circularán aspectos que hacen al quehacer político más institucional. Pero pareciera que la política es algo mágico, algo que solamente hacen personas que son vistas casi como estrellas de cine, donde importa más si se usan unas calzas o si tal o cual es agresivo en una discusión en el recinto antes que las horas de discusión de leyes, de armado de proyectos, de ejecución y diseño de políticas públicas.
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Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir a un conscripto en la calle y ese hombre no dijo: "Viva la patria" sino que dijo: "No me dejen solo, hijos de puta".
Después no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanús, ni la ola de sangre que anega al país hasta la muerte de Valle. Tengo demasiado para una sola noche. Valle no me interesa. Perón no me interesa, la revolución no me interesa. ¿Puedo volver al ajedrez?
Walsh nos cuenta en el prólogo de "Operación Masacre" que, hacia junio de 1956, su interés mayor estaba en jugar al ajedrez. Lo que menos le interesaba era qué pasaba con Perón o con Valle, solamente quería seguir con sus novelas, con sus juegos, con sus tardes y noches con los parroquianos del bar. Pero la política irrumpió en su vida cotidiana de la peor manera que conoce: irrumpió con violencia. Hasta se podría decir que, literalmente, su living fue baleado por las balas que la misma política había disparado. Se dio cuenta que no era algo lejano, y que los fusilamientos no fueron simples asesinatos contra personas individuales, sino contra el Pueblo. El resto, es historia.
Tras más de 50 años durante los cuales la política irrumpió con violencia en las vidas cotidianas, con un interregno donde fue relegada al campo de la nada pero siguió violentando con pobreza, desocupación y futilidad de las vidas individuales, donde hubo otro estallido de violencia con cuerpos tendidos sin vida en el centro de la ciudad, y con los últimos diez años donde se la quiso imponer a la fuerza desde un relato con aristas emocionales que, pareciera, no ha terminado de formarse ni de ser efectivamente instalado, me gustaría pensar que no va a volver a irrumpir de la misma manera. Que tome el living por asalto, sí, tiene maneras: ese 50% al que no le interesa la política no puede ser obligado a interesarle, sino que tiene que ser instruido en ella. No se puede generar interés en algo que no se comprende bien.