La tragedia pasó. Allí no hay vuelta atrás. El tiempo va siempre para adelante, aunque cueste, aunque duela, no hay forma de evitar algo que ya sucedió. Hay, tal vez, ciertos paliativos. Vistos fría, objetiva, lejanamente... No son gran cosa. Pero nos dejan respirar, nos dejan seguir quizá viviendo y aprender a llevar el dolor.
La búsqueda de justicia ante un hecho que no debía haber ocurrido (y si no lo dije, lo hago:en este caso me refiero al terrible incidente en el boliche de Once, "República de Cromagnon") es una forma de poder soportar la vida que continúa, y buscar que esos muertos descansen en paz. Sin embargo, la culpa recaída en una sola persona, quizá en dos... no es lo más lúcido que puede salir...
No se le puede, tal vez, pedir lucidez a gente que vive tanto dolor. Chabán tiene su responsabilidad, una parte muy grande, y merece un castigo. Ibarra tiene su responsabilidad, una parte muy grande, y merece un castigo. Pero, ¿ahí termina todo? No. Sería muy iluso que así fuera. Sería muy fácil. Y todos viviríamos felices. La cadena de culpas no deja de cerrarse. Es culpa de una institucionalidad que no termina de ser institucional, que está obsoleta, que está a contramano de la gente, del pueblo, de la ciudadanía, de como quieran llamarlo. Es culpa de esa gente, de ese pueblo, de esa ciudadanía que no aprende a vivir como tal. Que no respeta las formas de vida, que intenta imponer la suya propia (y hay tantas dentro de un pueblo...) sin mirar las de los demás. Son pautas mínimas de convivencia que llevan a vivir. Pautas que por ser eso, no se respetan (Palabras fuertes... pautas, respeto... ¿qué es eso???).
La culpa la tuvieron, la tenemos, todos. Y no sólo en ese momento.
Quiero centrarme en los incidentes posteriores. En los de la marcha por justicia. En esa marcha a la que asistieron banderas partidarias que muy poco tenían que ver. La solidaridad es imprescindible, la conjunción de objetivos por uno en común que sobrevuele las individualidades, ya sea las individualidades personales como las grupales.
Si cada uno grita en una esquina, las voces se mezclan, las voces quedan hechas un bollo de sonidos que no llega a ningún lado. Ahora, si nos unimos, tal vez se consiga que nos escuchen claramente (aunque me critiquen esa utopía izquierdista de que con sólo juntar gente se logra algo... SÍ, SE LOGRA, Y MUCHO). Pero gente que de verdad comparta objetivos. Intentar hacer punta con una bandera, solamente va a desunir. ¿Querés ir a la marcha? Andá. Sentite solidario con las consignas de esa marcha, con la verdadera búsqueda de justicia. Guardá la bandera dos minutos. O unila. Pintá del otro lado, conjugá tus objetivos. Sino, quedate en casa.
Y, sacar a Blumberg... aún si fue con su carpetita disparatada bajo el brazo, ¿te hace mejor que él? Te rebaja. Dejalo desubicarse, ahí vas a tener un motivo para sacarlo. Pero no te desubiques vos primero.
Así es como los objetivos se pierden. Así es como la justicia se desvanece, como siempre va a pasar lo mismo... Una y otra vez.
1 comentario:
Srta Ling, coincido casi plenamente con lo que dice. Lo único -tal vez su esencia la lleve a tener tanta paciencia - es su ingenuidad al pensar que las estructuras escuchan. Se mueven por lógicas internas, en busca de su propia preservación y de su propio agigantamiento, el resto (el mundo) es el objeto a colonizar, no mucho más. Pasa que no estamos totalmente afuera de esa estructura: no son marcianos los que llevaron las banderas. Por eso también es una lucha interna nuestra, en nuestra propia subjetividad. Como la puerta de emergencia con candado y alambres, con la palabra -ciertamente muy inflacionada - fascista, la estructura se defiende. Busca que retrocedamos y creamos que estamos fumando (porque queremos) el humo negro que la goma espuma del techo nos envía sin sesar.
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