Siempre, dije, digo, diré: estamos sujetados. Y muchas veces lo estamos por nosotros mismos. Promesas, palabras que hay que cumplir. De mala gana, muchas veces. Llegamos a ser poco coherentes con lo que pensamos y lo que hacemos. ¿Es peor faltar a la promesa o ser hipócrita?
Soy de esas dejadas (sí, soy una dejada) que no llegó a ver la muestra de Ferrari. Estando lejos, me enteré que se decidió a cerrarla. Tanto ir al choque, tanto provocar... Ya que se armó tanto revuelo, ya que esa provocación llevó a la curiosidad de la gente a querer verla (es lo único que consiguieron los fanáticos que en vez de no ir, fueron, protestaron, rompieron...) estaría bien dejarla un tiempo más.
Fui ayer con mi comadre a verla. No esperaba la cantidad de gente con la que me encontré. Sólo Canal 9 (quién más...) cubría el hecho. No había tiempo para hacer esa cola (además, no me gusta hacerlas - da para el chiste fácil pero soy una dama-). Pasamos a ver otras muestras (La Metamorfosis y Libros de Autor). Acompañé a la niña a la facultad y volví a casa.
Por la noche ella llamó. Tal vez hoy iríamos a verla, pero ella quería pasar tiempo con su hijito. "Está bien, M., no te preocupes. Si te decidís mañana vamos". Seguí con mi vida (con mi vida internética: escribí en 4 horas algo que podría haber hecho en minutos, leí algunas cosillas sueltas, me puse al día con el blog de Link y acudí al progreso etílico de mi ciber-amigo). Me acosté a las 2 y media y seguí en la cama con Wilde. Fui a dormir con la certeza de que hoy no iría.
A las 9 mi mamá irrumpió en mi habitación: "Tenés teléfono. Es M.". Como pude me levanté, chocando con el desorden innato de mi pieza. Sentí su voz: "Podemos ir. A eso de las 12". Miro el reloj. Si volvía a dormir, se me haría tarde. La única opción fue quedarme despierta. "Está bien, nos vemos a las 12 en la estación de trenes". El tiempo transcurrió. Debía bañarme. Debía sacarme el pijama y abandonar mis tareas. Mis contactos me aconsejaban que no fuera. Decidí, a las 11:15, pensar alguna excusa. Me acerqué al teléfono pensando: "le dije que me dolía la garganta, puedo agarrarme de allí. Tal vez estoy cansada... no sé de qué..." Marqué, seguía pensando. Sentí su voz y las palabras salieron solas: "M, no tengo ganas de ir".
Creo que nunca había sido tan valiente en faltar una promesa: pude superar la hipocresía de pasar la tarde en un lugar al que no quería ir (pero al que iré antes de que cierre). ¿Qué hubiera hecho si iba? Iba a deambular, mirar sin ver, balbucear palabras sueltas y sin sentido como siempre que hago algo desganada. Estoy sentada, descalza, escuchando a Ray Charles... No sé si esta sea mejor opción que ver las obras, que hacer la cola, que caminar por Recoleta. Pero fue mi opción. Mi valiente y sincera opción.
4 comentarios:
Srta Ling, muy bonita la intimidad de su mensaje. Muchísimo más auténtico que el de Link.
Ah, sigo etílico, ahora con cerveza, picando algo, mientras los carbones de mi hermano esperan por el asado.
Un beso.
Diego
Bien. Me enteré del cierre de la exposición de Ferrari por la primera plana de Clarín ostentosamente expuesta a la mirada turística del aluvionante marplatense. No había ido en su momento. También me había negado a instalarme vaya uno a saber cuánto tiempo en esa línea de tortura connatural a la argentinidad que tanto se ve por acá. Por un segundo dudé, "qué cagada, me la perdí". Y volví a pensar en la cola de ciudadanos oportunamente transgresores que van a las exposiciones cada muerte de obispo (expresión cristalizada pero creo que para la muestra de Ferrari viene al caso porque circa de la fecha de apertura la había bienpalmado monseñor Plaza). Pensé poco. Estar en Mar del Plata, al fin de cuentas no estaba tan mal.
PS: Ling: te lin(g)keo...
Yo no tengo excusa: no fui en su momento y ya me decidí a perdérmela. Mi círculo transgresor me lo va a reprochar largamente.
Transgredilos a ellos, Ling. Transgredilos que los vas a deslumbrar.
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