1.12.05

Una tarde en el MALBA

Casi por casualidad, ayer nos dimos una vuelta por el MALBA. Sin nada en particular para ver, entramos, recorrimos, y fuimos a parar a la muestra de Helio Oiticica. Lo primero que llamó la atención fue el hecho de la prohibición de la entrada a menores de 18 años. Analicemos el cartelito preventorio:

Prohibido el ingreso a menores de 18 años.
Esta exposición incluye fotografías en las que se visualiza droga. El consumo de la misma produce con evidencia un daño irreversible en la salud.
Dichas obras han sido exhibidas en varios de los museos más reconocidos del mundo, en ciudades como Nueva York, Londres, Barcelona, San Pablo y Río de Janeiro, entre otras.

Bien. La muestra tiene fotografías en que los artistas han utilizado cocaína sobre diferentes personalidades, como Hendrix, Marylin o Buñuel. ¿Cuál es el miedo que puede suscitar que un menor de 18 años vea esas fotografías? ¿Acaso el óleo no es nocivo si se lo consume? Otro punto: ¿a qué viene la cita de la exhibición en otros museos? Es como si se quisieran, de entrada, atajar de algo...

Una vez dentro de la muestra, salvado el escollo de la edad, tuvimos la oportunidad de escuchar parte de la visita guiada de las 17. La señorita nos contó -a todos los presentes- que algunas de las "cosmococas" invitaban al ocio y otras a jugar y desestructurarse. La sala nos muestra cuatro. Dos de ellas, efectivamente, invitaban al ocio. En una nos tiramos en unas hamacas mientras sonaba Hendrix. Creo que a cualquiera le gustaría tener eso en casa. La otra tenía colchones y almohadones. Las otras dos, las que invitaban al descontrol, también lo hacían: una era una habitación llena de globos. La otra, acolchonada y con formas geométricas gigantes. Sin embargo, más allá de la obra en sí, me gustaría centrarme en la actitud de la gente: en esta última, la que más invitaba a desestructurarse y a jugar, las parejitas que estaban, estaban tiradas, mirando la nada, abrazadas tal vez a un cubo gigante y algunos besándose; pero no mucho más. Nosotros entramos, armamos una escalerita, nos tiramos unos almohadonazos, pero no hubo ningún movimiento del resto de los presentes. Vencidos, nos fuimos. La pregunta que quedó flotando es: ¿la gente es realmente tan estructurada? ¿O tan revolucionaria que no quiere atenerse a lo que el artista les dice que hagan?

Finalmente, una última consideración hacia la gente del MALBA. Nos comentaron que la obra que faltaba, de la que solamente se mostraban fotografías, no la pusieron porque tenía una pileta; y en Río la gente se había sacado la ropa y había entrado. Creo que, si van a mostrar la obra de un artista así, hay que jugarse todo. No de a poquito.

4 comentarios:

Diego dijo...

Ud se hace preguntas muy difíciles, Srta. A lo mejor el artista era malo y no tuvo en cuenta que "no da" relajarse en un museo, básicamente porque se trata de un espacio público en el que no hay intimidad. Y tampoco da para descontrolarse: es un espacio público en donde hay guardias de seguridad. Y tampoco hay cámaras, para que otros, que estén en otro lado, vean lo felices que son los afortunados que pueden vivir esa experiencia sensorial.

efe dijo...

Yo sé de artistas que expusieron collages en cuya factura se usó Poxirran y no se tomó recaudo alguno al exponer tales obras.

Una muestra clara -una más- de la inoperancia de Ibarra a la hora de hacerse cargo de lo que le compete como Jefe de Gobierno.

Se hizo justicia.

Anónimo dijo...

Apúntenme un poroto al arte participativo. Y pensar que todo el mundo se escandalizó cuando la emprendí a martillazos contra La Piedad.

Coxon dijo...

Asi es la vanguardia mi queridisima Ling...