12.8.06

Con el resaltador: Alan Pauls

No es porque sea Alan, pero estas citas merecen comentarios...

"Nunca suscribí las mitologías eróticas de la playa. Convencido desde muy temprano (...) de que el deseo sexual no tiene nada que ver con la naturaleza, ni con la mía, cualquiera sea, ni con la del mundo, y en cambio absolutamente todo con la cultura, siempre me llamó la atención el botín de aventuras y relatos sexuales con que la gente, sobre todo los solteros y las parejas jóvenes, volvía de pasar sus vacaciones a orillas del mar (...). Frotarse con otro cuerpo en la arena, revolcarse tras la cortina del cambiador de una carpa, acabar desnudos en la rompiente: las proezas más clásicas de la erótica de la playa son para mí, además de inverosímiles, ejemplos perfectos de todo lo que no puede ser el placer: incomodidad, aspereza, hostilidad, interferencia."

Acá hay varias cosas. Primero, acertado, mucho, cuando nos cuenta, nos recuerda, nos remarca, que el deseo sexual es cultural, es decir, SOCIAL. No hay nada de natural en él más que su mera existencia. La idolatría a la playa, no se cansará de decirnos en este texto, es sólo una creación, una ficción marketinizada. Y hay tantos que adscriben a ella... El placer, en realidad, no está tanto en hacerlo -quién sabe si realmente lo hacen- sino en contarlo una vez de vuelta en la city. Y, sin embargo, algo de cierto hay. Hay un dejo de realidad en eso de la playa, en el escape, o quizá en la soledad, sea de a uno o de a dos. Porque aunque sea por la negativa, ese mandato nos llega. Que lo contemos, que nos vanagloriemos, quizá ahí, en ese punto, está la diferencia.

Y les dejo esta última cita, agradeciendo infinitamente a quien me prestó el libro, y esperando que disfruten y compartan conmigo la misma sensación que tuve al leerla por vez primera.

"Así, al revés de los partidarios del vitalismo (...) sólo soy sensible a sus estímulos cuando ya han desaparecido, o más bien cuando algún emisario de la civilización, llámese pared, techo, cama, asiento de auto, ducha, ropa, introduce una divergencia y "corta" de algún modo la homogeneidad un poco despótica de la naturaleza. (...) aislado en la penumbra de una habitación de hotel, contrariado por la suave corriente de aire que se filtra por una ventana, lejos del astro insomne que lo provocó y de todos los cómplices que contribuyeron a multiplicarlo, en cambio, ese mismo ardor deja de ser una condena y se vuelve eso que ningún otro placer puro, por intenso que sea, podrá ser jamás, un dolor delicioso, un éxtasis, la clase sublime de placer que la playa sólo depara cuando dos cuerpos abrasados por el sol se meten en una cama recién hecha y se abrazan en ese paraíso limpio, fresco, simple, hecho de sábanas de algodón blancas."

Alan Pauls
"La vida descalzo"
2006, Editorial Sudamericana

3 comentarios:

efe dijo...

Gracias por compartirlo.
Acuerdo con la idea paulsiana: me incomodan soberanamente la arena, el viento playero, los médanos...

Para celebrar el acuerdo me doy una ducha bien caliente y me meto, bien sequito en una cama de sábanas recién cambiadas.

Eso. Nada más.

Anónimo dijo...

Iré en busca del libro de Pauls. Entro a esta página por primera vez y descubro lo que estoy buscando. Con mi grupo de teatro estamos armando un espectáculo que como lugar común tendrá una playa. Ya alguien comentó este libro, habrá que ir por él.
Algo más...amo el mar y la playa, pero para tener sexo también prefiero los lugares más acolchonados.
Saludos.

Anónimo dijo...

Si, está bien, estoy de acuerdo que la playa es incómoda para tener sexo. Como también puede ser incómoda plaza San Martín o el escaloncito de la puerta de entrada de una casa de Ramos Mejía.
Ahora bien, en esas épocas uno era un adolescente caliente, sin plata ni cara para mandarse a un telo, y con ese panorama, la arena, el frio, el viento o la torre de los ingleses no resultaban tan incómodos ante tal efervescencia hormonal. Claro, hoy día elijo lugares mas mullidos. Y pienso, que caliente que debí haber estado.
Saludos,
Arlequin