Lecturas

La línea es débil. Esa línea entre el dolor y el placer. El gozar de algo que costó. El goce, allí, es superior. Llena completamente. Pero la sensación persiste, persiste esa sensación de imposibilidad, de dureza, de esfuerzo casi, diría, sobrehumano.



Hacía mucho que no me pasaba. Todo me estaba costando poco, o lo que me costaba no me daba satisfacciones. Llegó en algo que no vale ni $3. Porque vale $2. Al menos en el Parque Rivadavia. Una edición de Penguin del "Sanctuary" de Faulkner. En inglés, claro.

Para quienes no manejamos el idioma a la perfección, tener en nuestras manos un texto completo y complejo en inglés (o en francés, o en portugués, o en italiano; en cualquier idioma que entendemos pero que en definitiva ignoramos) nos da una cierta sensación de poder. Pero hasta ahí nomás. Hasta que empezamos a leer. Y nos cuesta. Nos duele, nos cuesta, tenemos que golpear el texto, atravezarlo, violarlo, penetrarlo. Sólo así llegamos a él.

Foucault decía que Nietzsche decía que el conocimiento, en realidad, no es armonioso. Que para conocer hay que luchar. Dice Foucault que "...dice Nietzsche que el conocimiento está de hecho relacionado con los instintos, pero no puede estar presente en ellos ni ser siquiera un instinto entre otros: el conocimiento es simplemente el resultado del juego, el enfrentamiento, la confluencia, la lucha y el compromiso entre los instintos. Es precisamente debido a que los instintos chocan entre sí, se baten y llegan finalmente al termino de sus batallas, que hay un compromiso y algo se produce. Este algo es el conocimiento." Hay distancia, enfrentamiento, choque. Dolor.

Y placer. El placer de entender el texto, de conocer, de vivir con todo el cuerpo lo que el autor quiso decir, en su idioma, sin intermediarios. Porque lo peor, creo, es perder ese sentimiento.