L. ingresó en la habitación. Figuras inmersas en sus actividades la ignoraron, pero la voz llegaba nítida. Una voz impersonal, aguda, penetrante. La orden no era clara, cómo podía serlo, pero L. igual comprendió. No sabía para qué ni qué, pero allí estaba la pila de papeles esperándola. Sobre las mesas, en cajas, en el piso, en las sillas. Todo era para los papeles. L. comenzó a separar en pilones, por miles, por cientos, en orden ascendente. Figuras grises acercaban nuevos pilones, desordenando el desorden. La tarea era infinita. Y la voz, las voces, los gritos, los golpeteos, los timbres... L. miró el reloj minúsculo que adornaba cada uno de los monitores titileantes entre los papeles, y supo que su tiempo se terminaba. Debía pedir más. Para salir le firmaron un papel. Bajó las escaleras circulares por 8 pisos, firmó 9 papeles y sus copias. Ya podría seguir allí por un tiempo más. Volvió. Los pilones eran más. Muchos más. Misteriosos armarios negros escupían cataratas de papeles que había que apilar, contar, separar, ordenar. Para buscar. Algo. No sabía qué...
Sí. A veces me siento en una mala copia de un cuento de Kafka.
6 comentarios:
¿Qué hace un sociólogo dentro de una burocracia?
Trabajo de campo.
O en una reproducción lisergica de la biblioteca de babel...
slds
A
Así hasta el infinito, hasta perder la cabeza. Linda cita.
Saludos.
libros? archivos? facturas? llegaste a la parte en que sólo vez loq ue necesitás ver en la hoja y el resto es un mar de letras o números que se difumina alrededor?... y pensar que siguen intentando reemplazar la fuerza humana por maquinitas industriales.
Saludos.
Que coincidencia. Yo cada vez que me levanto me siento un insecto...
Si la siente copia, no la sienta mala.
Nos vemos.
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