Las maneras de responder sí pueden tener un cierto matiz de originalidad. Sonará a trillado, sonará a copia... Pero tal vez (y sólo tal vez) sea así porque somos siempre las mismas personas quienes poblamos el mundo. Vivimos una vida tras otra generalmente olvidando lo que hicimos en la anterior: es por esto que caemos en los mismos errores y la Historia de la humanidad es un repetirse de decisiones equivocadas.
Me tocó ser mujer. Por ende, alguna vez, fui nena. Tuve la suerte, en ese entonces, de tener muñecas, las cuales tomaban vida gracias a mi imaginación. Recuerdo que tenía dos o tres que eran mis preferidas: esas eran siempre las buenas. Había también malas, obviamente: la contrapartida es siempre necesaria. Pero tenía un contado número, por lo que los personajes, aunque vivieran diferentes aventuras, eran siempre los mismos.
Creciendo, descubrí que no quedaba muy bien que siguiera jugando con muñecas. Y ello me llevó a un nuevo descubrimiento: lápiz (o lapicera) y papel. En mis primeros escritos ficcionales (sí, también me dio por eso!!) ya tenía mis personajes. Y sí... seguramente tienen mucho de aquellas muñecas con las que jugaba. Y no importa de qué se tratara la historia o en qué lugar geográfico lo ubicara: siempre eran los mismos personajes. Porque ellos existen, como quizá todos los personajes. Sólo se me dieron a conocer, lástima lo mal que eligieron: nunca podré siquiera esbozar una historia digna de ellos...
(12/06/04, Libretita encontrada bajo la cama).
4 comentarios:
Yo siempre tuve una extraña sensación de que las muñecas tenían vida propia. Y si no la tienen es como si fueran testigos presenciales y silenciosos de la historia de su ama. Están siempre allí, inmutables, con su mismo rostro, con sus mismos ojos siempre (algunas parpadean si las fuerzas) pero guardan el secreto de la casa que habitan. Es como si sobrepasaran el tiempo. Si las dejas tiradas en un desván, cuando las encuentras siguen estando igual. Es verdad, las hay buenas y malas. Depende del cristal con que se las haya mirado en la niñez.
Pero, ¿por qué tirar las viejas libretitas que son la memoria del corazón?
Besos.
Ojalá esas muñecas bailen el vals de los recuerdos en su memoria.
Saludos
¡¡Cómo me asustan!! Considerar que las muñecas tienen vida propia es algo que siempre me ha aterrado. ¿Y si por las noches querían vengarse de todo lo que yo les hacía en sus vidas? ¿Y si moría ahogada con hilillos de nylon y plástico?
Con respecto a las libretitas... tirarlas porque una descubre que escribió cosas como esa!!
Si fuera por eso, real daño producen los papeles que se firman en oscuros ministerios; esos habría que tirar o incluso quemar junto a sus autores intelectuales.
Por lo demás, nada como la ficción. O mejor: ¿es que existe acaso algo que no sea una velada, oscura, secreta forma de los infinitos modos finitos de la natura naturata? (porque siempre queda bien citar a Spinoza, más en estos blogs que lee la gente de socio...) O al decir del escribiente insignia del conservador panteón criollo ¿"qué dios detrás de dios / la trama empieza"?
¡Y las muñecas...! Siempre las buenas unas; otras, las malas. Correcto. Como se nos educó a todos de chiquitos, mirando Dallas, Dinastía o la novela de turno de Alberto Migré. Como nuestra educación maniquea lo dictaba en un mundo mucho más simple...
Yo que ud, mi adoradísima Ling, no tiraría jamás muñeca ni libreta alguna. Pero eso lo sabe mejor que yo. Por suerte.
(B)eso. Nada más.
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