Las secuelas de la Reforma Universitaria de 1918 son bastante conocidas. Los motivos que la empujaron y llevaron a ese grupito de jóvenes estudiantes universitarios a emprender una revuelta que, como todas las revueltas, derivó en consecuencias inesperadas, también.
Uno de estos motivos fue el sistema vigente de provisión de cátedras. Parece ser que los profesores solamente dejaban sus cátedras en un ataúd (otra que la sucesión papal). Asimismo, otro importante motivo fue el hecho de que los contenidos de esas cátedras eternas dejaban mucho que desear: no se ajustaban a los requerimientos de la "ciencia verdadera" que en ese momento estaba vigente, y mucho menos a lo que el mercado pedía. La teoría no se adaptaba a la práctica. Cuna clerical por excelencia, la Universidad de Córdoba "atrasaba". Nos cuenta J.C. Portantiero en "Estudiantes y Política en América Latina": «Razones objetivas han puesto ahora en cuestión ese esquema porque ha entrado en crisis la capacidad del sistema para premiar, dentro de la pirámide de desigualdades, al letrado, transformado él también de manera creciente en mercancía desvalorizada. Es a partir de allí que el estudiante, el técnico y el intelectual se topan con los límites que opone el capitalismo dependiente.» Y agrega: «La organización social capitalista al escindir la actividad de los hombres, al separar tajantemente la teoría de la práctica (...) impone de hecho a los estudiantes los privilegios del mandarinato. Este es el nivel de aspiraciones del que parten los estudiantes, imposible de ser satisfecho cuando una estructura concebida como reducto de "los mejores" se masifica.»
¿Nos va sonando conocido? Esa masificación repercutía en el deterioro de la educación impartida: falta de aulas, deterioro material de los edificios, de docentes, de bibliotecas, de recursos...
Aquellos muchachos reformistas se dieron cuenta que no podían cerrar allí su movimiento. No podían ser tan academicistas, la sociedad (bastante movidita en esas épocas: Revolución Mexicana, Revolución Rusa, fin de la Gran Guerra...) los reclamaba, y así fue como la huelga universitaria fue ganando la calle, sumando otros gritos y otras voces.
Hoy, nos parece, el panorama no ha cambiado tanto. Las cátedras nos resultan aún más eternas de lo que eran entonces (algunas conservan aún el nombre de profesores fallecidos, como en Socio: Marí-Martyniuk, Errandonea en los 3 métodos, etc). Los edificios, cada vez peores. Desde que recuerdo que hablan de cambiar el programa de la carrera. Y así. ¿Qué falta, entonces, para la reforma? ¿Es posible, si las malas condiciones se repiten, que las salidas sean igual? Ante esta pregunta, que no parece muy original, Portantiero nos advierte: «La actual crisis, lo que pone en cuestión es a la universidad misma como institución reproductora de las funciones que requiere la organización capitalista del trabajo, como cristalizadora de las diferencias entre trabajo manual e intelectual, como discriminante social.» Esto es lo que los camaradas -o autonominados "compañeros"- militantes no terminan de entender: estar dentro de una estructura implica conocer las reglas del juego, que son anteriores a uno. Uno elige qué jugar, es cierto, pero el reglamento ya está dado. Yo no juego al truco tirando los dados. Ni defiendo una institución burguesa sin repetir el esquema.
Uno de estos motivos fue el sistema vigente de provisión de cátedras. Parece ser que los profesores solamente dejaban sus cátedras en un ataúd (otra que la sucesión papal). Asimismo, otro importante motivo fue el hecho de que los contenidos de esas cátedras eternas dejaban mucho que desear: no se ajustaban a los requerimientos de la "ciencia verdadera" que en ese momento estaba vigente, y mucho menos a lo que el mercado pedía. La teoría no se adaptaba a la práctica. Cuna clerical por excelencia, la Universidad de Córdoba "atrasaba". Nos cuenta J.C. Portantiero en "Estudiantes y Política en América Latina": «Razones objetivas han puesto ahora en cuestión ese esquema porque ha entrado en crisis la capacidad del sistema para premiar, dentro de la pirámide de desigualdades, al letrado, transformado él también de manera creciente en mercancía desvalorizada. Es a partir de allí que el estudiante, el técnico y el intelectual se topan con los límites que opone el capitalismo dependiente.» Y agrega: «La organización social capitalista al escindir la actividad de los hombres, al separar tajantemente la teoría de la práctica (...) impone de hecho a los estudiantes los privilegios del mandarinato. Este es el nivel de aspiraciones del que parten los estudiantes, imposible de ser satisfecho cuando una estructura concebida como reducto de "los mejores" se masifica.»
¿Nos va sonando conocido? Esa masificación repercutía en el deterioro de la educación impartida: falta de aulas, deterioro material de los edificios, de docentes, de bibliotecas, de recursos...
Aquellos muchachos reformistas se dieron cuenta que no podían cerrar allí su movimiento. No podían ser tan academicistas, la sociedad (bastante movidita en esas épocas: Revolución Mexicana, Revolución Rusa, fin de la Gran Guerra...) los reclamaba, y así fue como la huelga universitaria fue ganando la calle, sumando otros gritos y otras voces.
Hoy, nos parece, el panorama no ha cambiado tanto. Las cátedras nos resultan aún más eternas de lo que eran entonces (algunas conservan aún el nombre de profesores fallecidos, como en Socio: Marí-Martyniuk, Errandonea en los 3 métodos, etc). Los edificios, cada vez peores. Desde que recuerdo que hablan de cambiar el programa de la carrera. Y así. ¿Qué falta, entonces, para la reforma? ¿Es posible, si las malas condiciones se repiten, que las salidas sean igual? Ante esta pregunta, que no parece muy original, Portantiero nos advierte: «La actual crisis, lo que pone en cuestión es a la universidad misma como institución reproductora de las funciones que requiere la organización capitalista del trabajo, como cristalizadora de las diferencias entre trabajo manual e intelectual, como discriminante social.» Esto es lo que los camaradas -o autonominados "compañeros"- militantes no terminan de entender: estar dentro de una estructura implica conocer las reglas del juego, que son anteriores a uno. Uno elige qué jugar, es cierto, pero el reglamento ya está dado. Yo no juego al truco tirando los dados. Ni defiendo una institución burguesa sin repetir el esquema.
10 comentarios:
¿Por qué la gente no comenta los posts profundos?
yo creo que eso explica los fracasos de tantas utópicas luchas en las que se embarcan los Centros de Estudiantes, en que no se dan cuenta cómo y cuanto cambiaron las cosas desde 1918 hasta ahora. Y es cierto que los males de la universidad no cambiaron tanto, pero sí en relacion a la realidad externa a los claustros.
Pegaría tu post en una pared de Puán (total un afiche más...)
Podría hacerme la misma pregunta que Diego pero lamentablemente me ganó de mano y me pone en la obligación de aportar algo. No creo poder hacerlo pero ya está, ya empecé.
En primer lugar, podría reflexionar sobre la imposibilidad de ponerse por fuera del sistema. El problema presenta la dificultad de que no baste con salir embanderados bajo bonitas insignias (en el mejor de los casos) y levantar el brazo a grito pelado. Más aun: eso no sirve. Y no es que de repente me volví reaccionariamente conformista y dejé de lado cualquier posibilidad utópica para el resto. Es que, por más revolucionario que los compañeros se quieran poner, la lógica del sistema los atraviesa y los contiene también/incluso contra su voluntad. El sistema no es solamente el modelo económico neo-liberal-capitalista sino una lógica erigida desde la razón instrumental que ni siquiera el más fino aparato de análisis marxista puede neutralizar. Es que la revolución supone el Capital, no lo niega. A que va todo esto (?): no existe forma de escapar del sistema utilizando su propia lógica. Cuando alguien escribió en una pared, a comienzos del 2002, "que venga lo que nunca ha sido" decía bastante más de lo que todos estabamos -me incluyo- dispuestos a entender.
La universidad, siendo parte del sistema aunque pretenda no serlo, es parte de la joda (¿de los aparatos ideológicos del Estado?) y reproduce, aunque sea en las márgenes y bajo el modo de la negación, el discurso del mismo sistema al que se pretende oponer. Queda entonces fundar lo nuevo sobre raíces verdaderamente nuevas. Aunque esto suponga algún modo de organización académica por fuera de los márgenes del Estado.
Una lástima que, de existir, tal institución no "dea" títulos de grado, maestrías y doctorados para poner el mercadito propio o trabajar en el Conicet, vea...
Sí, estaría de acuerdo con Ficcionalista salvando algunos matices.
El Estado -ese chico bobo al que todos le pegan, al que todos le roban -tiene sus culpas pero no me parece justo agregalarle a su cuenta los sandwichitos de miga que se lleva comidos Jorge Altamira. Ahí hay otro problema, más puntual, más íntimo de aquellos que transitamos los pasillos de las facultades de humanidades.
Entiendo el problema como más de base (esta palabra en todos sus significados). El cuadro de situación del conflicto que hoy podemos ver no es el que va a terminar resolviendo nada. La cuestión no pasa porque empiecen a ganar los que aparentemente hoy pierden. Antes de esperar un resultado hay que cambiar varios de los jugadores que están jugando. ¿Qué gana la Universidad con el PO y el PC ganando terreno dentro de su estructura? Personajes que no tienen empacho en diagnosticar como ideología prácticamente todo el pensamiento filosófico del siglo XX no me parece que puedan conducir a ningún tipo de revolución, al menos a ninguna que yo vaya a festejar.
Las cosas no cambian porque no están las concidiones, digamos, subjetivas ni objetivas (¿quien tiene la guita, los cuadros, los handies, etc.?) para que cambien.
Todavía ni empezamos a discutir, Ni sabémos qué cambiaríamos puntualmente nosotros si tuviésemos la posibilidad de hacer una listita.
Me pregunto cuántos fueron a las marchas, cuántos participaron de clases públicas, etc. No sé si ese es el camino para el cambio, me parece un poco mejor que solo hablar.
Che, yo sí tengo una lista, pasa que me acusarían de burguesa, porque no muchos admiten que en el capitalismo (donde vivimos) la clase que mueve es la burguesía.
Vamos por partes, sin orden, sin respuesta.
a): La gente no comenta los posts profundos porque hay que pensar. Aparte acá no entra mucha gente que digamos...
b): Los Centros de Estudiantes -mejor dicho, ciertos partidos- fracasan no sólo porque no se dan cuenta que no estamos en 1918, sino que tampoco se dan cuenta que no estamos en Rusia ni en Cuba.
c): Para escapar del sistema hay que pensar, y actuar sobre eso. Pero este sistema en particular -y si quieren atenerse tanto a Marx, él ya lo vio- cambia, muta, se adapta. Y siempre tiene una respuesta para dar. Por eso es tan peligroso. Y por eso parece imposible de encontrar una salida. Pero toda pared tiene hendijitas y toda red puede cortarse con los dientes.
d): Me parece que el problema va más allá de llenar o no una lista. Eso es fácil, gente siempre hay. La cuestión es que esa gente que llena la lista - no sé si lo malinterpreté, Diego - tenga algo que hacer, tenga contenido y no se contente con un asientito.
e): Aceptar que somos burgueses duele.
f): Muchos fuimos a clases públicas, a marchas y asambleas. Muchos nos sentimos frustrados en clases públicas, marchas y asambleas. Muchos intentamos pasar arriba del aparato izquierdista que dentro de la facultad funciona tan parecido a como funciona fuera de ella lo que critican.
Punto F, una gran, pero gran verdad.
Yo remarcaría especialmente los puntos b) y c). En especial el b), porque creer que estamos actuando sobre una masa de estudiantes revolucionarios enardecidos nos hace apuntar a objetivos a los que no podemos llegar (en estas condiciones). Y si interpretás mal la realidad, probablemente respondas mal.
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