Salía del cine. Varias horas entre materias, sin ganas de leer, con películas accesibles en un conocido teatro céntrico. Como buena chica moderna y responsable, había dejado mi telefonito móvil sin sonido durante la proyección. Como buena curiosa, no lo había apagado.
Salí rápido del cine - tirando al suelo alguna de las cosas que había apoyado en la falda - sólo para mirar qué marcaba el visor del aparatejo. El teléfono de una amiga, ex-compañera, señora ya ex-militante. A los cinco minutos, vuelve a sonar y oigo con claridad su voz al otro lado del tubo:
-Nena, tengo un lugar para ir a Mar del Plata. Mañana. Es gratis. Salimos a las 19 y volvemos el viernes a las 15. ¿Venís? Dame tu documento.
- Pará, pará... ¿mañana? No sé... no preparé nada... y el electro... y el psicólogo... y...
- Bueno, te llamo en 10'.
Caminé unas cuadras por Callao hasta encontrar locutorio. Me senté, desplegué campera, mochila, carpeta y marqué. Consulté una vez. "Dale pa' delante". Corté y avisé a mi padre. Corté y avisé a la doña. Ya era un hecho: me iba a la marcha.
Al otro día salí apurada de casa. Estaba algo nerviosa, lo admito. Me compré una linda remerita por Liniers. Me cambié, guardé cosas en la mochila - sin sacar las que tenía-. Hacía calor. Guardé camperita de algodón, me puse la campera de jean en el antebrazo, guardé el paraguas. Miré con ganas la polera, pero recordé que mi amiga siempre me reta por el peso excesivo, así que opté por dejarla. Más tarde me arrepentiría de ese segundito de indecisión. Claro que en eso no me había equivocado: en la previa me hizo dejar el paraguas. Más tarde me arrepentiría por haberla dejado hacer.
Me tocó el micro de las chicas: el promedio de edad -sin contarme- era de 56 años. En una de las tantas paradas trabamos conversación con dos jóvenes bastante agradables: una periodista y un sociólogo, que nos acompañarían hasta último momento en Mar del Plata, cuando nos perdimos de vista no sin antes intercambiar mails.
No dormí mucho en el viaje. Pero sé que en un momento cerré los ojos y los mantuve así por mucho tiempo, o al menos el suficiente como para que cuando los abriera, el agua cayera por todos lados. Y el clima estuviera mucho pero mucho más frío de lo que recordaba. Miré a mi amiga y vislumbré el paraguas riéndose de mí desde la mesa de su comedor. La polera también haría lo suyo desde el borde de mi cama.
Soporté la marcha tranquilamente, banqué una larga cola para ir al baño (gracias Mar del Plata por cerrar toooodo). Una vez en el mundialista, el solcito que iba asomando me hizo asomar también una sonrisita, así como a mi cuerpo machacado por el frío. Cuando el compañero Chávez empezó a hablar y el estadio se derritió en un momento de demagogia babosa, el cielo pareció responder con una lluvia cada vez más fuerte. Y más fría. Que caía toda encima de mi cuerpo. Empecé a temblar. Los labios se me pusieron morados. Ya no tenía manos. Ni entendía nada de lo que se decía. Pude mover apenas el brazo para ver la hora: las dos pasaditas. No soportaba más. Emprendí la retirada. La gente salía a raudales, aunque ya había empezado a hacerlo cuando Silvio Rodríguez esbozaba sus canciones. En la salida me crucé con un amigo, fotógrafo él, que con su saludo me indicaba la entrada al estadio. Estaba sequito. Ya tendría tiempo de trabajar, y mucho, con lo que vendría después.
Cruzamos al baño, otra cola inmensa. Yo no tenía ganas. En ese momento hubiera dado todo por un café. El barcito que está justo frente al estadio había tenido el buen tino de abrir. Chávez hablaba por televisión, aunque sus gritos se escuchaban igual desde la calle. Marta Maffei estaba ahí, sentada junto a nosotras, escuchando también el discurso.
A las 4 y media comenzamos a regresar. Habíamos visto algunos muchachos de cierta organización partidaria con tendencias stalinistas juntar piedras en un baldío cercano. Los mismos muchachos vimos después unas cuadras más allá, siendo revisados por policías.
El camino de regreso estuvo desierto. Todos los pueblos, la ruta, inclusive lo poco de Mar del Plata que pudimos ver, era un cementerio desierto. Todo vallado. Cerrado. Clausurado. Las noticias de los incidentes nos llegaban desde la radio, llamadas de familiares preocupados, de amigos que se entretenían con mensajitos.
Y la frase de esa mujer me quedó dando vueltas en la cabeza: "Después de todo, Dios es de derecha".
Salí rápido del cine - tirando al suelo alguna de las cosas que había apoyado en la falda - sólo para mirar qué marcaba el visor del aparatejo. El teléfono de una amiga, ex-compañera, señora ya ex-militante. A los cinco minutos, vuelve a sonar y oigo con claridad su voz al otro lado del tubo:
-Nena, tengo un lugar para ir a Mar del Plata. Mañana. Es gratis. Salimos a las 19 y volvemos el viernes a las 15. ¿Venís? Dame tu documento.
- Pará, pará... ¿mañana? No sé... no preparé nada... y el electro... y el psicólogo... y...
- Bueno, te llamo en 10'.
Caminé unas cuadras por Callao hasta encontrar locutorio. Me senté, desplegué campera, mochila, carpeta y marqué. Consulté una vez. "Dale pa' delante". Corté y avisé a mi padre. Corté y avisé a la doña. Ya era un hecho: me iba a la marcha.
Al otro día salí apurada de casa. Estaba algo nerviosa, lo admito. Me compré una linda remerita por Liniers. Me cambié, guardé cosas en la mochila - sin sacar las que tenía-. Hacía calor. Guardé camperita de algodón, me puse la campera de jean en el antebrazo, guardé el paraguas. Miré con ganas la polera, pero recordé que mi amiga siempre me reta por el peso excesivo, así que opté por dejarla. Más tarde me arrepentiría de ese segundito de indecisión. Claro que en eso no me había equivocado: en la previa me hizo dejar el paraguas. Más tarde me arrepentiría por haberla dejado hacer.
Me tocó el micro de las chicas: el promedio de edad -sin contarme- era de 56 años. En una de las tantas paradas trabamos conversación con dos jóvenes bastante agradables: una periodista y un sociólogo, que nos acompañarían hasta último momento en Mar del Plata, cuando nos perdimos de vista no sin antes intercambiar mails.
No dormí mucho en el viaje. Pero sé que en un momento cerré los ojos y los mantuve así por mucho tiempo, o al menos el suficiente como para que cuando los abriera, el agua cayera por todos lados. Y el clima estuviera mucho pero mucho más frío de lo que recordaba. Miré a mi amiga y vislumbré el paraguas riéndose de mí desde la mesa de su comedor. La polera también haría lo suyo desde el borde de mi cama.
Soporté la marcha tranquilamente, banqué una larga cola para ir al baño (gracias Mar del Plata por cerrar toooodo). Una vez en el mundialista, el solcito que iba asomando me hizo asomar también una sonrisita, así como a mi cuerpo machacado por el frío. Cuando el compañero Chávez empezó a hablar y el estadio se derritió en un momento de demagogia babosa, el cielo pareció responder con una lluvia cada vez más fuerte. Y más fría. Que caía toda encima de mi cuerpo. Empecé a temblar. Los labios se me pusieron morados. Ya no tenía manos. Ni entendía nada de lo que se decía. Pude mover apenas el brazo para ver la hora: las dos pasaditas. No soportaba más. Emprendí la retirada. La gente salía a raudales, aunque ya había empezado a hacerlo cuando Silvio Rodríguez esbozaba sus canciones. En la salida me crucé con un amigo, fotógrafo él, que con su saludo me indicaba la entrada al estadio. Estaba sequito. Ya tendría tiempo de trabajar, y mucho, con lo que vendría después.
Cruzamos al baño, otra cola inmensa. Yo no tenía ganas. En ese momento hubiera dado todo por un café. El barcito que está justo frente al estadio había tenido el buen tino de abrir. Chávez hablaba por televisión, aunque sus gritos se escuchaban igual desde la calle. Marta Maffei estaba ahí, sentada junto a nosotras, escuchando también el discurso.
A las 4 y media comenzamos a regresar. Habíamos visto algunos muchachos de cierta organización partidaria con tendencias stalinistas juntar piedras en un baldío cercano. Los mismos muchachos vimos después unas cuadras más allá, siendo revisados por policías.
El camino de regreso estuvo desierto. Todos los pueblos, la ruta, inclusive lo poco de Mar del Plata que pudimos ver, era un cementerio desierto. Todo vallado. Cerrado. Clausurado. Las noticias de los incidentes nos llegaban desde la radio, llamadas de familiares preocupados, de amigos que se entretenían con mensajitos.
Y la frase de esa mujer me quedó dando vueltas en la cabeza: "Después de todo, Dios es de derecha".
9 comentarios:
¿De verdad te dijo eso una vieja? ¿Vos le preguntaste si sabía lo que es la izquierda y la derecha? porque vaya a saber si esta señora pensaba que Dios era diestro.
Lo de Chavez es verdad, por momentos se ponía muy demagogo.
Y lo de Silvio Poronga Rodriguez me hizo apagar la tele.
Que bueno que pudo ir.
Ah, te tomaste en serio lo de que tenías que postear porque me aburro y te escribiste la Biblia...pero de otro dios...uno izquierdista.
Impresionante la capacidad de Chávez para meter en la misma bolsa a Eva, el Che, Bolívar, y todo sin solución de continuidad. Porque puestos a elegir entre el dolor de muelas y el cáncer de pulmón no es tan difícil optar pero... Es jodido el demagogo también, eh?
Y no es folklórico hablar más de dos horas.
Avísenle.
Lo mejor fue el niño cubano que gritaba "¡Revolución o muerte!". Vos que estuviste ahí, ¿viste que retiraran en camilla, al final del acto, a algún menor tapado con una sábana blanca?
"Después de todo, Dios es de derecha". Faltó agregar: "Como corresponde."
Gustome mucho su crónica.
Yo ví la anticumbre por la tele, y te digo la verdad...parecía un recital!
Por Favor!
Pablo: Sí, me dijo eso, y por otras cosas que me dijo creo que tampoco estaba bien ubicada sobre qué es izquierda y qué es derecha. Como muchos.
Buddy: El hombre sabe lo que hace. Inversamente proporcional a los demás.
Mavrakis: Para ese entonces, ya me habían retirado a mí...
Chiquilín: Ay, muchas gracias... no será como las suyas pero bueh...
Enmascarada: ¡Ni siquiera! Las partes de ¿música? ni se oían debido a los bombos desincronizados.
Dios, por decirlo de alguna manera, tiene los peores embajadores en el mundo.
grosor la camiseta
de EL DIEGO
con la fotico de jorge w arbusto
"WAR CRIMINAL"
!
ah, dios es zurdo, campeón y subcampeón del mundo, de reciente bypass gástrico en tropical país sudamericano.
che
déjenloN a chávez ser demagogo
que líder no es demagogo?
vamos...
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