23.12.05

En casa de herrero...

Terminó, al fin, mi año académico. Mientras más de 50 personas esperábamos que salieran a llamarnos para someternos a la tortura de un final obligatorio (en Sociales no estamos acostumbrados a eso), la amable gente de Método nos entregó unas... encuestas. Preguntas obvias (edad, sexo, año en curso, trabajo, información de los padres). Parece que los muchachos se toman muy en serio su trabajo.

De todas maneras, las que más me sorprendieron fueron las de opinión: "¿Qué opinás de la metodología? ¿Es importante para la sociología? ¿le sirve al sociólogo?" y demás. La que más me costó fue la que implicaba un ejercicio de memoria y autorreflexión: "¿Qué te motivó a elegir la carrera?"

Ahí fue cuando me olvidé de todo lo que estaba dándome vueltas en la cabeza y, sentada en el piso, toda dura, apoyando el papelito en los resúmenes que estaba repasando, me puse a recordar qué me había llevado a anotarme allí. Y creo que no lo sé. Creo que nada. Me fui enganchando después.

No me da vergüenza admitirlo: no entré a Sociales para hacer la revolución.

9 comentarios:

Chiquilín de Bachín dijo...

Así se habla.

Pablo dijo...

Está muy bien. Uno se da cuenta de eso más tarde.

Bardamu dijo...

Menos mal...

efe dijo...

A mí me parece bien. Un alarde de originalidad y honestidad.
Siga así.
Felicidades.

Ruth dijo...

¿Y se supone que el asunto de la revolución es cuando egresamos?

Anónimo dijo...

La revolución es algo de los motores de los autos ¿No?

Nicolás Mavrakis dijo...

Todo el malestar es un costo de representación que se paga para que, en una mesa cualquiera (en la de Fin de Año, si les gusta) uno pueda decir, con orgullo, "Yo soy alumno de la UBA".

En general, esta clase de comentarios no conduce a nada.
Eso sí, los de las privadas (¿quién no tiene un primo que...?) tienden a mirar hacia el suelo.

Juan M Tavella dijo...

bueno, como dice Minerva... cuando egreses, se arma.

la enmascarada dijo...

Yo la verdad que lo digo bajito, cuando digo que voy a la UBA, porque enseguida se viene alguno que dice "uy, pobre!" con tono de conmisceración.