2.6.06

El horror, el horror

Hace unos días, en uno de nuestros paseos por Caballito, vimos un cartelito en una veterinaria. Un tipo había prendido fuego un perrito porque se había metido en el patio de su casa para visitar a su perrita en celo. El perrito murió, el tipo seguía libre. Los vecinos, indignados, clamaban por la ley contra el maltrato animal. Lo acusaban de "asesino potencial".

Él, siempre tan certero, comentó que un tipo que prende fuego a un perro no encontraría diferencia en, el día de mañana, prender fuego a un nene-de-la-calle que ingresara para, no sé, sacar una naranja o buscar una pelota.

Hoy vemos que tan errado no estaba. Que aún quedan personas que pretenden "limpiar" la ciudad, actuar como - se imaginan - la mayor parte de la sociedad no se anima. Porque el discurso racista, intolerante, está siempre, y en algunos pega más. Se filtra, aparece como la mejor opción, nubla las posibilidades, empuja a la acción. Y, podría apostar, muchos de los policías que lo metieron presos, e incluso muchos de los vecinos de ese señor mecánico y, quizá, para muchos periodistas y demás que andan dando vueltas, muy pero muy en el fondo, deben pensar que, bueno, tan mal no está...

4 comentarios:

Diego dijo...

El maltrato gratuito (el que produce gozo) a los animales debe ser castigado per se, sin necesidad de especular con que el goce de hacer mal pase a tener como objeto a seres humanos.

Juan M Tavella dijo...

coincido con Diego. Y bueno, si, la noticia esa me dejó pasmado, que mas te puedo decir.

Nicolás Mavrakis dijo...

Conocí a algunos asesinos de animales pequeños. Mi percepción fue la de estar ante tipos que hicieron un corrimiento del criterio científico al criterio económico. Si dañar a los bichos se comprendía por el bien de la Humanidad, en cambio estos los dañaban porque comprendían que los animales no son bienes redituables de ningún tipo ni existe sanción penal por romper cosas que no son "bienes".

efe dijo...

El diario publica hoy que Charly, el indigente en cuestión, murió a causa de la gravedad de sus quemaduras.

Una condena ejemplar sería gran cosa.