Recuerdo las primeras veces que la necesidad de expresar surgió. Eran momentos. En una mirada, con la mano en las manos, con la cabeza sobre el hombro. O simplemente allí. Enfrente. Silla, mesa, silla. Pero igual no salía. Todo terminaba en una sonrisa.
Y la mirada.
Siempre la mirada.
Admito no recordar el debut. No sé cuándo lo dije por primera vez. No sé por qué lo dije. No sé dónde. Sé que ya el sentimiento era claro, que no había dudas, que el temor al ridículo se minimizaba en relación a la fuerza del sentimiento. Porque no todo se puede racionalizar.
Sé que hoy -aún hoy, todavía hoy, incluso hoy- lo puedo seguir diciendo. Aunque no signifique nada. Aunque sólo la brisa lo escuche. Aunque no importe. Aunque sea sólo yo.
Sigue saliendo. Porque no entra ya en mi cuerpo. Porque nunca entró en mi cabeza. Porque me superó. Y porque como todo, duele.
Mucho.
1 comentario:
uh....que lindo post...es de esos que uno podría robar para usar en momentos que necesita decir algo parecido
Publicar un comentario