6.3.10

Se encaminaron a un hotel de 20 pisos, en pleno distrito de negocios de la isla de Manhattan, donde se unían las audaces torres residenciales y donde el "espíritu capitalista" del país había creado sus símbolos más impresionantes. (...) ¡Oh, Dios, qué contraste con Italia, Roma, Florencia, Nápoles" Todo parecía abrumadoramente extraño (...) Al asomarse por la ventana se estremecieron y sintieron un mareo: la calle estaba al fondo de un abismo, ¡y las casas de 30 pisos, frente a ella, parecían reírse de su pequeña compañera! ¿No los habían alejado de la buena tierra, como si estuvieran en la torre de una prisión? Sin duda alguien ahí podía caer enfermo y morir sin que nadie se enterara (...)
¡Cuán grandes son las obras de los hombres, pero cuán pequeños parecen los hombres mismos! Cuando hacia la noche la fantástica corriente surge de los distritos de negocios hacia el puente, eso basta para estremecernos; parece absurda una fe en el valor infinito del alma individual y en la inmortalidad" (286-287)


Weber, Marianne; Max Weber (FCE, 1995).



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